La expresividad de nuestros ojos, de nuestros gestos y nuestros cuerpos nos hace candidatos perfectos para el teatro, el ballet (las demostraciones de arte en general), pero nunca para confidentes o diplomáticos. Somos tanques en avanzada que van a aplastarte con la verdad, aún guardando el más absoluto silencio.
Nuestras ideas resuenan y se hacen notar. Puede ser un guiño, una mirada fija, un tic involuntario o una sonrisa en sus diferentes estados posibles. Eso también nos hace vulnerables.
Pero qué sería de la vida sin un poco de riesgo, me dirá más de uno.
A veces, aborrecemos el riesgo. A veces quisiéramos callarnos (estamos en nuestro derecho), pero cuanto más queremos silenciarnos, más claro se vuelve el texto a lo largo y ancho de nuestro rostro con letras gigantes y un altoparlante al mejor estilo de una tienda de segunda mano en liquidación.
En lo personal, he aprendido a vivir con mi vulnerabilidad. Incluso, a apreciarla como uno de los atributos más valiosos que tengo. Sigo hablando con mi rostro y repartiendo mis pensamientos vía bluetooth. Algún día me lo voy a agradecer.
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