agosto 25, 2014

Mini historias 4.1.3

A veces, pensó, sería mejor desencantarse con previo aviso de aquellas experiencias que no traerían nada concreto. Suficientes enredos tenía ya en el corazón para anudarlo todo con un nuevo vínculo, un nuevo corazón que en apariencia, buscaba un lugar.

Mordió sus labios. La ventaja, se dijo, había sido la fortaleza de no besarle para no extrañar sus besos y de no verle a los ojos por más de 10 segundos, tiempo que servía de preludio para casi siempre acercarse y crear una conexión.

Las cosas, además, se le harían más fáciles para el resto de los días en que trabajaría para desligarse de lo que ahora tenía dentro, sin saber a ciencia cierta lo que era. Cerró los ojos, como buscando dentro de sí la aprobación que su cabeza rechazaba al moverse de un lado a otro.

Sabía los riesgos, las extrañas circunstancias y las posibles consecuencias de sus actos. El gramo de curiosidad que se balanceaba como un intrépido trapecista entre sus sentimientos y su razón le advertía que se soltaría la próxima vez que lo tuviese enfrente. No era la primera vez que la chantajeaba y sabía que no era bueno.

Volvió a suspirar con un dejo de resignación. Recordó que junto al gavetero donde guardaba las decisiones más importantes, estaba también aquel papel desteñido que la invitaba a vivir y a seguir el rumbo de las cosas, fueran cuales fueran. Y decidió lanzarse, aunque no había red de seguridad.

agosto 17, 2014

Mini historias 4.1.2

La confusión invadió sus sentidos por un momento. La retuvo en sus ojos y la dejó salir en esas pequeñas gotas saladas que recorrían sus mejillas cada cierto tiempo.

Temblaba. La incertidumbre que le causaba el encuentro con su realidad ese viernes por la noche atraía todo tipo de pensamientos, la mayoría, de nostalgia sobre los tiempos mejores.

Se preguntaba los porqué, los cuándo, los "en qué momento dejó de ser quien era", aunque en lo más profundo de su ser atribulado, sabía la respuesta. El actuar conscientemente mal no era precisamente una de sus cualidades más destacadas, pero era su comportamiento usual para tomar las decisiones más importantes y más temidas.

Sabía de alguna forma que había llegado la hora de decirle adiós, luego de tantos meses de espera. Luego de que él le diese esa alegre noticia que cambiaría ambos mundos y que los distanciaría definitivamente "por el bien de ambos".

Y las señales, siempre estuvieron ahí. En realidad, fue algo más como un distanciamiento gradual y previsto, como ir lentamente retrocediendo paso a paso en el tiempo, hasta antes del instante preciso en el que un "hola" los destinó a conocerse.

Entrecruzaba los dedos como en una especie de meditación/discusión consigo misma. Mientras observaba las líneas y arrugas del dedo índice, se decía lo útil que le era poder meditar de todas estas cosas en silencio y saber que al caer, la única opción posible era levantarse y seguir como antes. Al fin y al cabo, siempre lo había hecho.