agosto 17, 2014

Mini historias 4.1.2

La confusión invadió sus sentidos por un momento. La retuvo en sus ojos y la dejó salir en esas pequeñas gotas saladas que recorrían sus mejillas cada cierto tiempo.

Temblaba. La incertidumbre que le causaba el encuentro con su realidad ese viernes por la noche atraía todo tipo de pensamientos, la mayoría, de nostalgia sobre los tiempos mejores.

Se preguntaba los porqué, los cuándo, los "en qué momento dejó de ser quien era", aunque en lo más profundo de su ser atribulado, sabía la respuesta. El actuar conscientemente mal no era precisamente una de sus cualidades más destacadas, pero era su comportamiento usual para tomar las decisiones más importantes y más temidas.

Sabía de alguna forma que había llegado la hora de decirle adiós, luego de tantos meses de espera. Luego de que él le diese esa alegre noticia que cambiaría ambos mundos y que los distanciaría definitivamente "por el bien de ambos".

Y las señales, siempre estuvieron ahí. En realidad, fue algo más como un distanciamiento gradual y previsto, como ir lentamente retrocediendo paso a paso en el tiempo, hasta antes del instante preciso en el que un "hola" los destinó a conocerse.

Entrecruzaba los dedos como en una especie de meditación/discusión consigo misma. Mientras observaba las líneas y arrugas del dedo índice, se decía lo útil que le era poder meditar de todas estas cosas en silencio y saber que al caer, la única opción posible era levantarse y seguir como antes. Al fin y al cabo, siempre lo había hecho.

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