mayo 20, 2011

Ajá, ¿Y quién es el ignorante?

¿Saben? Hay algunos comportamientos y normas sociales establecidas en el marco de la sana convivencia con el medio que nos rodea. Hasta al que se la quiera llevar del más original o rebelde en la vida debería tener ciertos parámetros, y no porque sea un alienado, o un copión, o "uno más de la corriente". Es porque simple y sencillamente los humanos entendemos en un 99.9% con puras reglas.

Esta cuestión de las normas básicas para la convivencia las vemos en todos lados: Desde el hogar, cuando se hacen evidentes las peleas entre hermanos y uno solo entiende con el zopapo acompañado del "deja de molestar", "no hagas eso" y derivados; hasta en la escuela, con el establecimiento de reglamentos en el salón de clases y en el recinto escolar en general.

Pero también las hay para saber comportarse ante los eventos desconocidos, inesperados, esas situaciones fuera de lo común o más específicamente y de lo que quisiera hablarles: De las personas que "no son como nosotros", por diferencias de credo, género, raza, etc.

Para mi pesar, me ha tocado observar de todo tipo de reacciones que me hacen pensar en el tipo de educación que han recibido algunos, o en las experiencias vividas que les hagan manejarse de cierta forma en una situación "X", lo cual aún así, no es excusa para validar lo que hacen.

En esta ocasión solo referiré dos casos específicos que sinceramente, me parecen de lo más reprochable para personas que se dicen "estudiantes universitarios" (quitándole lo de la etiqueta, pues se supone que deberían dar el ejemplo en muchas situaciones, ¿no?):

1. Este día asistimos a la exhibición del documental "El Chogüi" del señor Félix Zurita (muy bueno, por cierto) y en el lugar se encontraban tres personas con vestuario poco usual al que vemos en nuestro país; pueda que esté conjeturando sin tener razón, pero me parecieron vestimentas indígenas guatemaltecas.

La reacción inicial de mis compañeros de Periodismo fue verlos con extrañeza tan obvia que creo que hasta ellos se dieron cuenta. Algunos sacaron cámaras fotográficas y comenzaron con una improvisada sesión de fotos a escondidas de las personas que antes mencioné... Podía observar desde mi lugar cómo escondían sus cámaras detrás de los pilares.

2. Al salir de la actividad, muchas señoritas se dirigieron a los baños del local, incluyéndome. Al salir, pude observar como muchas jovencitas se encontraban casi arrinconadas en un solo lado de los baños, porque al otro lado, justo del lado donde yo salí, estaba una de las señoras con estos trajes indígenas. Que les digo.... La miraban, cuchicheaban, la veían de pies a cabeza y viceversa, se reían con complicidad c0mo quien ve un bicho raro y no se aguanta las ganas de demostrarle al mundo su "curiosidad" por este hecho. Al final, salí y las muchachitas continuaban dando show, lo cual obviamente notó la señora.

Acerca del punto 1: Sinceramente, no sé si estos compañeros alguna vez estudiaron sobre historia centroamericana, han visto algo más que el facebook en internet o se han documentado acerca de la vida de los indígenas y más específicamente, de lo importante que se constituye este sector poblacional en países como Guatemala. Igual y con lo llamativo que nos pueda resultar su vestimenta, no es un motivo para agarrarlo como objeto de una atención convertida en morbo. Nada peor que pensar en este sector de población como una atracción turística, pues al menos en mi opinión, antes que representar toda una cultura muy distinta a la nuestra, son seres humanos y como tales, merecen respeto.

Acerca del punto 2: Antes que cualquier cosa, agradecí a Dios por haberme dado un poquito más de raciocinio de las individuas en cuestión. Si no conocemos algo, no quiere decir que solo por eso sea malo, simplemente que lo ignoramos y ya. El problema es cuando nos estancamos en nuestra ignorancia y nos enfrascamos para no salir de ella, o hablamos y actuamos en masa ante lo desconocido, como un estio de mecanismo de defensa ante lo impredecible.

El hecho de ser diferentes siempre lo he considerado como algo importante para la vida en todos sus sentidos, porque ser todos iguales nos resultaría por demás, aburrido. El ser diferentes tan solo quiere decir que "no soy como..." o "no me parezco a"; nada más. No es algo que deba asustarnos ni impresionarnos hasta llegar a niveles en los que podríamos ofender a otros, como el caso de considerar a estas personas como alguien "inferior" o que por tener un nivel educativo básico es "ignorante". Craso error en muchos casos, porque la escuela de la vida no tiene precio, ni diploma, pero vea como enseña.

Y se preguntará ud, porque le doy tanta importancia a ésto. Es porque son cosas que nos suceden día a día con todo tipo de personas y hay que hacer reflexión acerca de lo importante y lo bonito que sería tener un poquito más de empatía por el otro.

También porque soy de las que creen que hay dos tipos de ignorancia que todos tenemos en la vida: Una, la que reconocemos, aceptamos y asumimos como nuestra, pero intentamos cambiar en el día a día. No es aceptable, pero es natural que no conozcamos todo el mundo, porque para eso estamos aquí en la Tierra.

La segunda clase de ignorancia es la que precisamente ignoramos o negamos aunque se nos presente a manera de tráiler que nos venga de frente. Es por este tipo de ignorancia que cometemos varios errores, ya sea por no preguntar o por no querer pasar de ignorante 5 minutos que toda la vida; en la ignorancia que negamos está la necesidad de "actuar en vaca" y seguir lo que hacen los demás. Nos hace fata un poquito de criterio propio.

Y es ahí donde me pregunto, cómo es que a estas alturas seguimos con pensamientos tan cuadrados, donde muchos van solo para donde les apunta la nariz, como dice mi mami. Quiero pensar que un día verán su ignorancia y podrán transformarla en interés por conocer, porque ante lo desconocido, no hay mejor opción que un buen golpe de realidad, conociendo lo que está ahí, pero no queremos ver. ¡Saludos!

mayo 13, 2011

Un golpe a la consciencia

Voy a comenzar con una típica pregunta: ¿No le ha pasado a usted que...?

No le ha pasado que se siente como "dormido" por la vida, y hay sucesos que cortan esa rutina de tajo, abriéndole los ojos que están más allá de la necesidad de lentes. Sí, los ojos del alma, esos que andamos la mayoría del tiempo cerrados o tapados con una enorme venda llamada estrés, cansancio, presión...

Y no le ha pasado que, al salir de su letargo, se pregunta donde ha estado viviendo (o donde ha imaginado vivir) mientras a su alrededor caen seres humanos, sucede todo tipo de hechos reprochables, existen actitudes, comportamientos y decisiones fuera de contexto de las que nadie dice nada, a menos que llegue frente a usted y le dé un zape bien puesto.

Ahhh, a pues eso es lo que yo denomino "Zopapo a la consciencia" (la verdad, no sé si así se escribe "zopapo", puede corregirme y le estaré agradecida).

Estos zopapos, zapes, mameyazos, como quiera usted denominarlos, no son una casualidad. Nos suceden en esas encrucijadas tiempo-espacio en las que de plano, ya no damos una. O en el momento preciso de perder el enfoque de lo que estamos haciendo cada día. Probablemente, sea parte de la filósofa frustrada que tengo dentro, pero créame que apreciar la "realidad real" por algunos minutos es de las cosas más complicadas que existen, simple y sencillamente, porque nos negamos a creerla de esa manera.

Más allá de hablar de verdades absolutas, les hablo de cosas puntuales: problemas sociales que se reflejan en las personas que ves a través de la ventana del bus o que se suben al bus, la costumbre de ver un muerto con cara de pasividad hasta saber que es "el conocido de", la paranoia de vivir en constante vigilancia con el que llevo a la par del asiento porque tenga mal semblante... O estar consciente que al igual que el grito "Esta es la U", también "Este es El Salvador", muchas cosas pueden pasar.

No, no es una campaña contra el movimiento "Yo amo a El Salvador", porque yo también lo amo, pero estoy consciente (al menos cuando me dan estos zapes) que mi país tiene muchas aristas y hay que saberlas identificar y aceptar, por aquello de que le primer paso es aceptar para después, comenzar a corregir lo que se deba.

La invitación, es a aprovechar la existencia de estos zopapos a la consciencia para aprender, quitarnos los dañinos prejuicios de juzgar sin conocer (una invitación a mí misma), y saber que como en todo, no hay dos partes, sino muchas. Entender que somos afortunados la mayoría del tiempo, sino siempre, por tener problemas, porque solo enfrentándose a ellos, aprenderemos "para la próxima".

Y también que la realidad no es absoluta ni siempre jodida, pero a veces es más yuca de lo que parece. Salga a la calle que no le miento y llévese un botecito con pomada si es usted muy idealista; se lo dice alguién que ya está graduada en zopapos que me ubica dónde estoy. Saludos

PD: Eso sí, aunque ya tengo licenciatura en pencazos a la consciencia, aún cometo muchos errores, y aún sigo siendo idealista. Que le digo, soy de la corriente que piensa que no todo está perdido.

mayo 08, 2011

Todo un día

Puede que no hayan sido 24 horas juntos, pero el aprendizaje durante 12 de ellas quedará marcado en los alumnos de cuarto año de periodismo que ese día nos transportábamos en un bus cómodo para lo acostumbrado. Desde las 6 de la mañana, llegamos los primeros dispuestos a emprender camino en un viaje "de campo", como es conocido, con destino a la ciudad de Victoria, en el departamento de Cabañas.

Para no perder la costumbre del "¡¡espérenme!!", muchos compañeros llegaron con retrasos. Y al subir al bus que nos llevaría, se encontraron con varios asientos ya poblados por los madrugadores; sin embargo, no fue impedimento para encontrar un lugar, pues la cantidad estimada de viajeros al parecer, resultaba menor que lo esperado.

Así, casi una hora después partíamos de la Universidad de El Salvador. En el camino se incorporaron más compañeros, logrando llegar a Sensuntepeque minutos antes de las 9 de la mañana y enfrentándonos al segundo inconveniente (porque el primero fue la falta de desayuno de algunos compañeros): No sabem0s si fue lo estrecho de sus calles o la habilidad del conductor, pero Sensuntepeque fue un alto obligado por 30 minutos ante la imposibilidad de transitar por sus calles.

Ante la mirada de curiosos extraños para nosotros, la prueba fue superada después de mucho esfuerzo, aunque con el detale de haber retrasado un poco nuestro itinerario de viaje. Una vez llegados a Victoria, fuimos llevados a las instalaciones de la radio que lleva también el nombre de Victoria, aunque según nos aclararían más adelante, no precisamente por la localidad donde están situados.

Después de dos charlas donde conocimos un poco más acerca del trabajo que se realiza en Radio Victoria, nos dirigimos hacia la comunidad Santa Marta, a degustar del almuerzo. Un almuerzo con algunas polémicas, debido a los criterios del docente de dejar entrar primero a uno de los grupos de clase (conste, esta es opinión muy muy personal). Pero la comida todo lo arregló, al menos con algunos.

Para hacer una buena digestión, una caminata fue la elección. Poco después de las 2 de la tarde, salimos rumbo a conocer proyectos que han ayudado al desarrollo de la comunidad, tal como una panadería, un vivero y la escuela que atiende de kínder hasta bachilerato, guiados por uno de los líderes comunales. Pero todo lo que ahí se vivió, creo que debe tener otra historia, que sea solo suya.

Al regresar, lo más destacado fue que el encargado de la cátedra accediera a dar aventón a unos desconocidos en nuestro bus. Los desconocidos, mal encarados por cierto, crearon un ambiente de tensión entre muchos de los compañeros; algunos comenzaron con las estrategias para esconder cámaras, celulares y objetos de valor ante un posible robo, otros, a planificar la maner de responder a una posible agresión.

A pesar de todo, al final no sucedió lo esperado. Los sospechosos bajaron del bus y hubo conflicto dentro del autobús, reclamando más responsabilidad de parte de los organizadores para evitar una situación parecida. El viaje de regreso continúo con relativa normalidad y la mayoría cayeron, víctimas del cansancio y el sueño.

En parte del camino, creo que a todos nos quedó alguna experiencia más marcada que otra. A algunos el viaje les sirvió de relax, ante la inminente entrada a un ciclo decisivo del que "verdaderamente trae para este oficio periodístico", a otros, para conocer de cerca una realidad a la que poco prestan atención en el país: la de medios de comunicación en toda la extensión de la palabra que están siendo amenazados. Otros, como yo, somos de los que aprendimos del susto que nos llevamos con los tipos raros que se subieron.

Pero el aprendizaje aún lo estoy digiriendo. Por ahora es un secreto entre mi mente y la luna de forma colmillo que adornaba la ventana del bus de esa cuasi noche en el regreso a casa.

mayo 04, 2011

CRÓNICA: LA MÚSICA DE TODA UNA VIDA

(30 de junio de 2010)

La casa número 108 donde convergen la Calle 25 de Abril Poniente y la Tercera Avenida Norte en San Marcos podría ser solo una vivienda más, pero es ahí donde encontramos al protagonista de nuestra historia, un señor de piel morena y amables ojos color negro, que sentado en su sofá, nos recibe con alegría mientras apaga el radio que transmite una melodía clásica. “Es de Bach” nos comenta.

Él es Alfredo González Bernabé, un músico retirado que trabajó en importantes conjuntos como la Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador durante 43 años, graduado con honores de la Escuela de Música “Rafael Olmedo” y reconocido entre sus amigos o en el mundo musical solamente como “Bernabé”, menciona entre risas.

Nació en San Francisco Chinameca, departamento de La Paz, un 9 de diciembre de 1926 como el segundo de cinco hermanos en el humilde hogar de Carlos González Cruz y Pilar Bernabé, quiénes le inculcaron el amor por la religión católica.

Su primer contacto con la música, recuerda, fue gracias a su familia “cuando tenía como 6 o 7 años, pues me gustaba andar con mis cuatro tíos que eran músicos bastante solicitados en las celebraciones de la iglesia, a veces me ponían a tocar el bombo o los platillos y a mí me gustaba” cuenta de manera efusiva.

Como todo niño, también disfrutó jugando fútbol con un balón forrado de calcetines, “no sabía de todo eso de arquero, delantero ni nada, solo le daba patadas a la pelota” expresa entre risas. La cancha era un terreno contiguo a la Iglesia de su pueblo natal, agrega este amante por excelencia de los frijoles y el pollo.

Después de algunos años durante los cuales se dedica a trabajar en telares, recibe la ayuda de su hermano mayor Rogelio para comenzar con sus estudios de solfeo y “un poco de saxofón”. Cinco meses más tarde, se trasladan hacia San Salvador donde don Alfredo asistiría a la Escuela de Música durante tres años con la ayuda económica de su madre.

Al momento de su graduación, fue uno de los alumnos seleccionados para una presentación en el Teatro Nacional gracias a su dedicación y es ahí donde gracias a la invitación del maestro y director Alejandro Muñoz Ciudad Real se incorpora a la Orquesta de los Supremos Poderes, comenzando así su amplia trayectoria artística.

“Dábamos conciertos cada quince días en el Parque Gerardo Barrios y en el Dueñas (hoy Plaza Libertad) donde el maestro incluía piezas de compositores nacionales” menciona. Con el tiempo, y gracias a la iniciativa del señor Ciudad Real, la Orquesta de los Supremos Poderes se convertiría en la primera Orquesta Sinfónica Nacional de El Salvador, de la que “Bernabé” formó parte en el área de los instrumentos de cuerda.

Al mismo tiempo, sus conocimientos de saxofón le sirvieron para trabajar también en reconocidas bandas de música popular como las Orquestas Casino, Internacional Polío, Lito Barrientos, Alfredo Mojica, Barahona y Marimba Argentina.

Su participación en estos conjuntos se vio frenada por la imprudencia de un médico particular quién le recetó unas pastillas que le quemaron la garganta y que hasta el día de hoy, le hacen padecer alergias y tos permanente; por lo mismo, deja de lado el saxofón y se dedica por completo al violoncelo, colaborando con solistas nacionales como Rafael Oviedo y Ángel Gutiérrez.

Durante su estancia en la Sinfónica, menciona que practicaban hasta cuatro horas diarias bajo el mando de diferentes directores a lo largo de su carrera, como Alejandro Muñoz Ciudad Real, Esteban Servellón, Gilberto Orellana hijo y German Cáceres durante lo que él considera “la mejor época de la música clásica en El Salvador, pues la gente la respetaba y apreciaba” afirma.

A pesar de todo, también existen recuerdos tristes para este músico, como su padecimiento de alcoholismo durante dos décadas, de las cuales habla con una voz entrecortada al comentar que sufrió e hizo sufrir, además de poner en riesgo su carrera artística; sin embargo, menciona orgulloso que después de luchar mucho contra la enfermedad, logró vencerla hace exactamente 37 años.

Tras su recuperación tuvo la oportunidad de visitar toda Centroamérica como parte del conjunto nacional, llevando la música a lugares como Tegucigalpa, San Pedro Sula, Guatemala y Nicaragua; aunque entre ellos dice preferir Tegucigalpa “por la amabilidad y hospitalidad de su gente”, nos cuenta que no le gustaba viajar por avión debido a su miedo a las alturas por lo que “cada vuelo era una agonía”, dice entre risas.

Don Alfredo se jubiló hace 18 años pero no de manera definitiva, pues participó en algunos conjuntos pequeños como los Violines Mágicos, de don Guillermo Aguirre y Violines Gitanos, de Carmelo Landaverde; lamentablemente, en 2005 sufre un accidente casero que lo hace permanecer en silla de ruedas durante un año, y luego de recibir rehabilitación logra caminar con ayuda de un bastón, que en la actualidad, le acompaña a todos lados.

A este padre y abuelo de 8 jovencitos le gusta ayudar a su esposa en los quehaceres del hogar, cuidar las plantas de su pequeño jardín, practicar algunas piezas musicales con su violoncelo y escuchar clásicos de grandes compositores como Bach, Tchaikovsky, Schubert, Beethoven o Mozart.

Su familia reconoce en él un ejemplo de constancia a seguir, como José González, uno de sus nietos quién interpreta variados instrumentos y que lo describe como una persona “bastante alegre y dedicada a la música; muy exigente si querés aprender con él y que te corrige en el momento si te nota algún error” dice sonriente.

También su esposa durante 58 años y amante de la música sinfónica selecta, Esperanza Montes de González agrega que, a pesar de ser un hombre “de carácter variable con una obsesión por el orden, tiene una trayectoria excelente, es un muy buen músico querido por varios vecinos”. Incluso la municipalidad de San Marcos, donde habitan, ha reconocido el trabajo y la carrera de “Bernabé”.

Es así como, después de contarnos su historia, se apoya en su bastón dirigiendo su mirada hacia el horizonte, pues ya ha anochecido y debemos despedirnos. “No tengo carro, avión o dinero, mi grandeza es que Dios me ha ayudado y me mantiene aún vivo”, concluye con una sonrisa este talentoso y humilde artista, quien se dirige a encender nuevamente su radio y continuar con la melodía pendiente, precisamente una de sus predilectas. Es “La Fuga” de Bach.