Puede que no hayan sido 24 horas juntos, pero el aprendizaje durante 12 de ellas quedará marcado en los alumnos de cuarto año de periodismo que ese día nos transportábamos en un bus cómodo para lo acostumbrado. Desde las 6 de la mañana, llegamos los primeros dispuestos a emprender camino en un viaje "de campo", como es conocido, con destino a la ciudad de Victoria, en el departamento de Cabañas.
Para no perder la costumbre del "¡¡espérenme!!", muchos compañeros llegaron con retrasos. Y al subir al bus que nos llevaría, se encontraron con varios asientos ya poblados por los madrugadores; sin embargo, no fue impedimento para encontrar un lugar, pues la cantidad estimada de viajeros al parecer, resultaba menor que lo esperado.
Así, casi una hora después partíamos de la Universidad de El Salvador. En el camino se incorporaron más compañeros, logrando llegar a Sensuntepeque minutos antes de las 9 de la mañana y enfrentándonos al segundo inconveniente (porque el primero fue la falta de desayuno de algunos compañeros): No sabem0s si fue lo estrecho de sus calles o la habilidad del conductor, pero Sensuntepeque fue un alto obligado por 30 minutos ante la imposibilidad de transitar por sus calles.
Ante la mirada de curiosos extraños para nosotros, la prueba fue superada después de mucho esfuerzo, aunque con el detale de haber retrasado un poco nuestro itinerario de viaje. Una vez llegados a Victoria, fuimos llevados a las instalaciones de la radio que lleva también el nombre de Victoria, aunque según nos aclararían más adelante, no precisamente por la localidad donde están situados.
Después de dos charlas donde conocimos un poco más acerca del trabajo que se realiza en Radio Victoria, nos dirigimos hacia la comunidad Santa Marta, a degustar del almuerzo. Un almuerzo con algunas polémicas, debido a los criterios del docente de dejar entrar primero a uno de los grupos de clase (conste, esta es opinión muy muy personal). Pero la comida todo lo arregló, al menos con algunos.
Para hacer una buena digestión, una caminata fue la elección. Poco después de las 2 de la tarde, salimos rumbo a conocer proyectos que han ayudado al desarrollo de la comunidad, tal como una panadería, un vivero y la escuela que atiende de kínder hasta bachilerato, guiados por uno de los líderes comunales. Pero todo lo que ahí se vivió, creo que debe tener otra historia, que sea solo suya.
Al regresar, lo más destacado fue que el encargado de la cátedra accediera a dar aventón a unos desconocidos en nuestro bus. Los desconocidos, mal encarados por cierto, crearon un ambiente de tensión entre muchos de los compañeros; algunos comenzaron con las estrategias para esconder cámaras, celulares y objetos de valor ante un posible robo, otros, a planificar la maner de responder a una posible agresión.
A pesar de todo, al final no sucedió lo esperado. Los sospechosos bajaron del bus y hubo conflicto dentro del autobús, reclamando más responsabilidad de parte de los organizadores para evitar una situación parecida. El viaje de regreso continúo con relativa normalidad y la mayoría cayeron, víctimas del cansancio y el sueño.
En parte del camino, creo que a todos nos quedó alguna experiencia más marcada que otra. A algunos el viaje les sirvió de relax, ante la inminente entrada a un ciclo decisivo del que "verdaderamente trae para este oficio periodístico", a otros, para conocer de cerca una realidad a la que poco prestan atención en el país: la de medios de comunicación en toda la extensión de la palabra que están siendo amenazados. Otros, como yo, somos de los que aprendimos del susto que nos llevamos con los tipos raros que se subieron.
Pero el aprendizaje aún lo estoy digiriendo. Por ahora es un secreto entre mi mente y la luna de forma colmillo que adornaba la ventana del bus de esa cuasi noche en el regreso a casa.
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