A veces es mejor quedarte callado. Pero esa no es una cualidad que me honre en tener y cumplir a rajatabla, como lo he dicho antes.
Puede que los demás perciban que estoy en silencio, pero en realidad siempre estoy pensando (en lo que acabo de decir, en lo que voy a comer más tarde o en algo que debo hacer luego).
Mi mente jamás está en silencio. Eso no me deja descansar genuinamente, ni tomar decisiones meditadas, ni ahorrarme bastantes situaciones incómodas.
Sin embargo, el silencio y yo hemos hecho un trato: Yo le cuento mis más profundos deseos y sentimientos, mientras él los oculta lo mejor que puede detrás de mis sonrisas y mis palabras amables, que juegan a la diplomacia con el resto del mundo, mientras por dentro me desmorono.
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