julio 03, 2024

3 de julio

Armada hasta los dientes, Amalia pensó en prepararse para lo peor. Hacía mucho tiempo atrás en que no se encontraba en este escenario.

Pensaba que era una etapa superada que había quedado atrás luego de muchas preguntas y una gran cantidad de batallas. Pero se equivocaba.

Mientras esperaba la jugada final de su oponente, visualizó todas las posibles salidas a esta situación: Era vencer o morir, claudicar o dar guerra hasta el último momento “como gato panza arriba”, pensaba, citando a su padre (caído en batalla hacía unos años).

Dio un paso al frente. Fuera cual fuera el resultado, estaba dispuesta a asumirlo como todo en su vida y seguir avanzando a cualquier costo.

Entonces (solo entonces), se dio cuenta que había olvidado las lecciones de sus batallas anteriores, el olor, el sabor, las sensaciones de ellas. Igual y eran inservibles.

Esta era una batalla vital, nueva respecto al resto porque el enemigo estaba dentro de ella (en su mente y en su corazón), y porque sin darse cuenta dejó entrar al batallón que empezó a dar de baja todas sus defensas y armaduras. 

Vio los ojos de su enemigo en el espejo. Ardían.

Era un 3 de julio.

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