Tengo una palabra atravesada en la cabeza desde hace días. Me tortura recordarla, porque nunca hice las paces con ella.
Nos hemos encontrado muchas veces en la vida. La mayoría de esas ocasiones me ha vencido al hacerse con el poder de mis pensamientos día y noche hasta que se aburre de estar conmigo y se va, ansiosa por nuestro próximo duelo.
Siempre ha sido difícil convivir con ella. Me arrebata momentos venideros, palabras que no acabaron de decirse, miradas que no pudieron cruzarse, emociones que no pudieron vivirse más tiempo y personas que se van quedando en el camino.
Pero más allá de las pérdidas, hay cosas que no podrá quitarme: Las sonrisas compartidas, los abrazos que se intercambiaron, las pláticas cómplices, la amistad y el cariño de quien decide estar para mí.
No quiero ser injusta: También me ha enseñado sobre mi apego, mi visión limitada del mundo y las cosas que genuinamente importan, a pesar que se me olvide el 99% del tiempo.
Tengo esta palabra pendiendo de un hilo y está ganándome la batalla una vez más. Estoy en un tira y encoge que no parece dar tregua y me brinda más preguntas que respuestas.
La palabra es despedida.
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