Seguro mi lado racional se quejó de mí.
Soy la fuerza que mueve la vida, la razón por la que despertar en este mundo, a veces tan injusto, se siente un poco más liviano.
Soy el calorcito que se siente cuando te alumbran los rayos de sol al amanecer. La humedad de la grama después de la lluvia, el olor a ropa recién lavada, la suavidad de cuando dos manos se atraen y se tocan por primera vez y los nervios, la tensión y la libertad de saber que te has sido sincera, aunque el resultado sea nulo.
Ser el lado emocional casi siempre es mal visto. Te relacionan con todo el espectro de emociones negativas porque es más fácil que salgan a la luz tus matices oscuros en los momentos difíciles que abundan en la vida.
Soy un mal necesario. No hay vida en los rincones limitados de la mente racional y hay universos por explorar en mi imaginación ilimitada, en la que puedo tener todo lo que quiero y donde mis sueños, lejos de ser risibles o incomprendidos, son posibles.
Y es así como, al igual que la canción que escucha Amalia mientras escribe esto con los ojos entrecerrados y llenos de lágrimas: Me siento viva.
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