Hoy te vi en los ojos tristes de una niña que esperaba cruzar la calle junto a su madre. La vi tal como te recuerdo: Tímida, temerosa del mundo exterior, un poco sobreprotegida.
No pude evitar sentir empatía. Tuve intención de decirle que las cosas mejoran con el paso de los años. O que, al menos, aprenderá a lidiar mejor con aquello que le toque vivir.
Sé que tu corazón es, ahora mismo, un torrente sin control que se desborda. Sé que estás buscando una especie de equilibrio, a sabiendas que la vida tiene un poco de todo, menos equilibrio (al menos no uno convencional que funcione para todo mundo).
Conozco tus imperfecciones y tus más profundos temores, pero también he presenciado todo lo que has ido logrando a tu ritmo, ese que solo te funciona a vos y a nadie más. Estoy orgullosa de ver que te has sobrepuesto al dolor, a la timidez y a esas carencias que solo vos y yo conocemos.
Por eso mismo, Amalia, quiero asegurarte que esto también va a pasar. No tengo los detalles, ni quiero prometerte plazos que están fuera de mis manos, pero estoy segura de que así será (porque así ha sido antes y lo seguirá siendo).
Mientras todo pase, acordate que nos tenemos la una a la otra: Vos, para hacer las cosas que no me atrevo a hacer y yo para recordarte que aunque fallemos, podemos siempre seguirlo intentando (o no, si es que ya no queremos).
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