-Debe hacer tres giros hacia su izquierda, en búsqueda de una mano que quiera tomar la suya.
-Asegúrese de tomarla con firmeza. No hay nada más atractivo que la seguridad y la confianza.
-Recorra con los dedos la totalidad de esa mano. Incluya masajes con la yema de sus dedos, apretones y conquistas completas del territorio que constituye la otra mano, desde la punta de la uña más larga hasta la muñeca en la que perciba el pulso acelerado de su compañero de equipo.
-Es bien sabido que este recorrido debe hacerse de forma aleatoria para que la sorpresa mantenga la tensión y la emoción en todo momento.
-No suelte, por ningún motivo, la mano que detiene. Una vez se haya apoderado de ese hueco, no lo suelte jamás (a menos claro que pierda el interés en esa mano).
-Dedique miradas, escuche cuanto pueda y lea las señales que le dará aquella mano. Déjese guiar por esa mano hacia otros territorios sensoriales situados en los brazos, los hombros, el pecho, las piernas… y por ningún motivo, se quede quieto. Recuerde que la vida es eso que pasa en constante movimiento, mientras dos manos intercambian mensajes cifrados por medio del tacto.
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