agosto 24, 2024

Corrientes

A veces (casi siempre) era difícil aceptar la dirección que llevaba la corriente. No obstante, Amalia trataba de seguir el curso, pues se había cansado de intentar intervenir con piedras y palos, armando improvisadas presas que no hacían más que acumular e incrementar la fuerza de aquella corriente.

La lluvia de esa noche, en especial, había hecho estragos en su casa. Observaba uno tras otro pequeños charcos que se extendían en el pasillo principal por culpa de las goteras no tratadas antes de iniciarse el invierno.

Trató en vano de encontrar una estrategia que redujera el trabajo de reordenarlo todo. Como siempre, requería de un esfuerzo extra para el que quizá nunca estaría lista, pero que luego de finalizado el trabajo, agradecería sobremanera sin poder explicar cómo y cuándo apareció.

Suspiró resignada a pasar varias horas limpiando el presunto desastre y programó música para acompañar la jornada. Un pequeño riachuelo atravesaba la sala y el comedor, pasando por el baño y el dormitorio, como para recordarle que, a pesar de sus intentos por detenerlo, la corriente y la vida seguía fluyendo, por lo quizá sería una mejor opción hacerse a esa idea y crear una ruta segura (o al menos medianamente estable) para que el agua circulara de manera permanente.

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