Una vez en medio de la corriente, la dominó primero la confusión: El sentirse desubicada, incluso observada por las personas responsables de abrir el grifo del que salía toda esa cantidad de líquido.
Cuando aceptó esa sensación, la invadió la tristeza. Se preguntó si sería posible sobrevivir a esa corriente, aferrándose a lo que encontrara a su paso, ya que las bases de su casa crujían y no parecían un sitio precisamente seguro para confiar como potencial salvavidas.
Ya con el agua al cuello y al borde del ahogamiento, sintió que la marea comenzaba a bajar. Parecía que alguien había encontrado una especie de salida alternativa para la corriente de agua, cuyo nivel empezó a reducirse gradualmente. Notó como el agua se llevaba las pocas pertenencias que quedaban en aquel lugar, junto con algunas fotografías y papeles que daban fe de lo sucedido. Efectivamente, no había sido un sueño: Todo era real.
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