agosto 20, 2024

Alianzas

Amalia no acostumbraba a dar la mano para cerrar un trato, pero pensó que esta ocasión lo ameritaba. Aquel gesto y la mirada de su contraparte le transmitieron diferentes versiones de lo que pasaría después. O de lo que debería ser un abrazo en lugar de un simple apretón de manos.

Muchas jornadas después de iniciado su diálogo, habían llegado a un acuerdo, a construir una alianza mutuamente beneficiosa e igualmente satisfactoria. No había sido sencillo, pues debieron reformular los términos de ese acuerdo en muchas ocasiones, por aquello del margen de error, del costo de oportunidad y de los rendimientos (de)crecientes.

Llegado su turno, decidió releer el documento, aunque sabía que ya no era momento de pedir más ajustes. Dudó por un momento antes de trazar su firma, pues sabía que ya no habría marcha atrás. Su palabra estaba comprometida.

Antes de levantarse de la mesa, Amalia no pudo evitar pensar en que, a pesar de los plazos y las prórrogas y las cláusulas establecidas en aquella alianza, el único momento que tenían era ese, por lo que decidió acercarse y violentar así la primera sección del documento. La tinta aún no acababa de secarse.

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