Si hacía un recuento desde la primera de ellas podía notar cómo el ambiente había cambiado y las fricciones ya eran evidentes. Había diferencias entre la persona que había escrito los primeros textos y la que estaba leyéndolas luego de un par de meses.
En medio de todos aquellos papeles, encontró también algunos post it que evidenciaban el cambio en la persona que jamás leería aquellas cartas. Pensó en que, lejos de estar dispuesto a revisarlas, se distanciaba de ella un paso a la vez, pero a velocidad constante y decidida.
No pudo evitar sentirse triste. Por un momento se reprochó por perder demasiado tiempo en sus pensamientos y llevarlos al papel, pero luego reflexionó sobre lo curativo de sacar aquellas palabras de su pecho y transmitirlas a la nada en el más absoluto silencio.
Una vez terminó de leer aquella recopilación de emociones, tomó un candado sin llave y resguardó toda la evidencia de una vez. Sabía que era un método a prueba de su curiosidad repentina, pero no así de la habilidad de un cerrajero, en caso de que aquellas cartas pudieran ver la luz algún día.
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