No se le daban muy bien los descansos, si bien sabía que eran indispensables para su salud. Le gustaba sentir el contacto con la naturaleza sin importar el clima, el lugar y la comodidad, pero esta vez, sin saber por qué, no lograba conectar con esa sensación.
Trató de olvidar sus pensamientos mientras veía pasar las nubes por un largo rato, si bien sintió que el movimiento de las mismas entre uno y otro árbol era demasiado lento y debería acelerarse como en una especie de time lapse de la vida real. No había tiempo que perder para tratar de encajar todo lo que quería no hacer aquella mañana.
A pesar de sus esfuerzos (quizá ahí radicaba el primero de sus problemas), no pudo dejar de notar la ansiedad por volver a retomar sus pendientes y todas aquellas ideas no resueltas que le invadían. Cayó, una vez más, en la somnolencia a la que estaba acostumbrada, sin poder distinguir a partes iguales la realidad de sus sueños, hasta que la intrusión de un insecto en su brazo derecho cortó su línea de pensamientos.
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