Lo miro y me parece diferente cada vez. No solo cambia la perspectiva y los lentes con los que lo veo: cambian sus formas, sus curvas y sus componentes. Es como si mutara cada día, cada hora, cada minuto, cada vez más mío.
Lo deduzco mío por eliminación del resto de posibles opciones: Soy la única capaz de verle como lo veo, la que ha puesto dedicación y empeño a su cuidado, luego de haber sido expuesto en muchas ocasiones. También he batallado contra su incredulidad al verse al espejo y percibirse hermoso en todas sus dimensiones.
Hoy cuando lo vi en mis sueños caminaba desorientado. Trataba infructuosamente de encontrar algo que se le había perdido, sin saber a ciencia cierta qué era y adonde lo había visto por última vez. Se veía ingenuo y un poco bélico, pero al mismo tiempo, seguía un ritmo pausado y libre. Libre como solo él sabe serlo.
Siempre digo que lo quiero conmigo y no, no es una mentira. Pienso en que debemos estar unidos de alguna forma, pues aunque a veces no sea consciente de ello, se me hace tan familiar porque siempre ha estado aquí.
Si regreso sobre mis pasos, es posible que lo encuentre sentado, meditando sobre el camino, queriendo prestar atención a su entorno y asustado por seguir andando. Quiero darle la mano para levantarlo del suelo y decirle que de alguna forma, vamos a salir de esta. Siempre salimos.
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