Las gotas blancas y el punto negro sobre el fondo celeste del esmalte de uñas simulaba una flor carcomida. El celeste, claro está, combinaba con la bolsa de las tortillas recién hechas y el maquillaje ya corrido por el pasar de las horas. La mujer con delantal, mini short y una blusa "pelada" se subió a la par del segundo asiento porque el microbús ya iba lleno, y a su lado, un amigo-conocido que rondaba la misma edad se acomodaba la mochila para dejar pasar al resto de pasajeros.
- ¿Y de dónde viene?, preguntó el sujeto, como queriendo sacarle plática. Ella buscaba de una y mil formas, como acomodarse la bolsa de las tortillas para que no se le cayeran.
- Aquí usted, a ver para dónde, porque a la casa de la hijueputa de mi hija no voy. Está encabronada conmigo. Va a creer que quería que me cortaran la pata. ¡Y yo no me voy a dejar renquear antes de morirme!
Los siguientes minutos se dedicaron, entre insultos, a referirse a sus hijos: Las "taleguiadas" proporcionadas a cada uno para que aprendan de la vida, los insultos para hacerles entrar en razón, la falta de padres para los "hijueputas" y cómo eso incidió en que se vuelvan malcriados "y piensen que saben más que uno".
- Es que estos cerotes solo así entienden, ¿vea?, dijo el hombre, con una mueca de sonrisa. Continuó: Y hoy lo mejor es malmatar a la gente de un solo, sino se quejan en la tele y ahí va uno preso....
*Y Fátima sentada, escuchando*
La mujer ahora sudaba.
- Es más, agregó el sujeto, yo no sé cuál es el gran amor que le tienen a la vida un vergo de hijueputas. Yo ya ratos me hubiese hartado gamesan.
- Es que sí, mire yo con esta mi enfermedad mierda de diabetes, se me tuerce una y otra cosa. Y todavía que me quieran matar por pedazos... La mujer miraba al suelo, mientras tarareaba la canción que el motorista llevaba a un volumen moderado, para el promedio.
- Es que por eso dicen que cuando la vida es un martirio, el suicidio es un deber, dijo el hombre. Yo sí me matara, pero no les quiero dar gusto a esos cerotes (hijos) ja ja ja...
*Y Fátima con los ojos de sobresalto, seguía mirando al frente.La mujer de repente, no pudo más con las tortillas y me dio un zopapo en la cabeza que me duele todavía*
- Ay disculpe, alcanzó a decir, mientras se intentaba agarrar bien. A mí no me gusta pegarle a la gente cuando voy en el micro, porque ellos no son animales. Solo a mis hijos los puedo taleguiar bien porque esos son míos, añadió.
*Y Fátima enmudeció*
PD: Seguramente a estos dos anónimos nunca los identificarán, ni les harán "memes" en Facebook y Twitter, ni les crearán cuentas falsas. Mucho menos, saldrán en la tele, en edición estelar.Pero son salvadoreños, así como usted y yo, un diagnóstico de media hora en un microbús de cómo estamos, bajo muchos rostros y en muchas presentaciones.
¿Yuca, no? Saludos
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