A mí la vocación de periodista me vino relativamente tarde en la
juventud, un poco antes de salir de bachillerato, para ser sincera. Y es
que descubrí que, además de querer cambiar la manera en que se hacen
las cosas, sacar a la luz lo que la gente no sabe, me gusta escuchar a
las personas.
Hay dos coberturas que en especial, han puesto de relieve este
aspecto. Una, en mi época de estudiante en el Bajo Lempa, cuando ya la
gente denunciaba el incremento de las enfermedades renales que hasta
hace poco han salido a la luz.
Recuerdo que todas esas personas nos recibieron bien, con la
esperanza de que pudiésemos de alguna forma, ayudarles. Lastimosamente,
el impacto de una publicación estudiantil no tiene la incidencia que uno
quisiera. Y ellos siguieron ahi, haciéndole frente a la adversidad.
Precisamente hace unos días, tuve otra de esas oportunidades. Escribí
casi regresando de una de esas coberturas que en lo personal me
encantan, porque suelen salir de la cotidianidad de San Salvador.
Conocí el proyecto de Campesinos para el Progreso: Una asociación que
trabaja con productores de maíz para mejorar la calidad de sus
cultivos, aparte de generarles a las personas, una oportunidad económica
que les permite mantenerse y no recurrir a otros medios para ganarse la
vida.
Ahí conocí a Simón. Sencillo, tranquilo y sincero. Al principio tímido, pero luego muy conversador.
Simón me contó una parte de su vida, la parte en la que emigró,
buscando sus sueños a muchos kilómetros de su lugar de origen. Los
encontró y convivió con ellos por 8 años, hasta que un error lo hizo
autoculparse de un delito que no había cometido, con tal de aspirar a
ser devuelto a su patria.
Cualquiera se impresiona al escuchar su historia, en mi opinión.
Simón es una de esas vocecillas que deberían escuchar más personas, un buen ejemplo de cómo las cosas pueden ser distintas, con un poco de sentido común y madurez, dos cosas que nos hacen falta en los problemas más triviales de nuestra vida diaria.
Siempre he dicho que el idealismo es refrescante, y las palabras de este
hombre me reiteran, hoy más que nunca, que aunque existen muchos
contratiempos y sacrificios para esta carrera de periodista, escuchar a las personas
es una de sus recompensas. Que te brinden su confianza y su amistad
sincera, y sean transparentes, sin necesidad de un sitio web que lo
aparente (OkNot).
Que sean pequeños oasis en la pauta diaria y te ayuden en el
crecimiento personal, motivándote a seguir trabajando para ese tipo de
personas. Ese es el aprendizaje por el que agradezco ser periodista y es el mejor regalo del que puedo dar cuenta, a poco tiempo de haberme embarcado en la aventura.
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