Amalia dejó partir todo con la lluvia, incluso aquel barco de papel improvisado en el que escribió todos sus pensamientos intrusos de los últimos días.
Al verlo alejarse, no pudo evitar recordar la enorme cantidad de tiempo invertido en estos pensamientos que finalmente, no le habían llevado a ningún lado, y que lejos de beneficiarle de alguna forma, le habían hecho perder el foco de la prioridad número uno.
Acomodándose de nuevo en el sofá, pensó en que ahora tenía mucho tiempo. Demasiado como para volver a los mismos hábitos de siempre.
Se extendió, como pudo, para alcanzar un libro de la estantería y pensó en lo curioso de encontrar “Esperanza, primavera eterna” de Stephen King. Se fascinó con la historia de Andy Dufresne.
Y sin embargo, lo que quedó en su mente fue lo que encontró en la primera página del libro, previo al índice. Solo una frase que resonó en su cabeza:
Lo importante es el cuento, no quien lo cuenta.